El papa que denunció las desigualdades del capitalismo y abogó por los postergados del sistema
"El dinero es el excremento del diablo" o "la pobreza no es una fatalidad, es una injusticia", son algunas de las citas más memorables de Francisco. Un pontífice que se atrevió a cuestionar la distribución de poder a nivel global, las ganancias desmedidas, y el rol de la tecnología en el progreso y el crecimiento económico.
Desde el primer día de su pontificado, el de Francisco fue un papado destinado a ser punto de inflexión para la Iglesia. Siempre más cercano a los sectores populares que al poder, su perfil aperturista y su vocación por los pobres, colocaban de ante mano al primer papa latinoamericano como representante de un mensaje cercano a los más vulnerables y duro para con el sistema económico.
Su elección en 2013 no fue al azar. Consciente del crecimiento de otras vertientes del cristianismo y de la tendencia secularista de la época, el catolicismo global se dio el permiso de apostar por un pontífice menos ortodoxo, con una mirada disruptiva sobre el sistema político y económico, y propenso a volcar su mensaje a favor de los más desposeídos.
Su primer viaje como máximo representante de la Iglesia en julio de 2013, tampoco fue casualidad. El destino elegido fue el Brasil de Lula, en pleno apogeo del progresismo latinoamericano. Su primer imperativo a los cientos de miles de jóvenes reunidos en Río de Janeiro fue «¡hagan lío! Apenas un anticipo de lo que estaba por venir.
A lo largo de sus doce años como pontífice, Francisco supo construir un entramado de ideas que dieron base a toda una época de la iglesia. «La pobreza no es una fatalidad, es una injusticia», es una de sus frases más recordadas. Una definición sencilla pero de enorme profundidad, que coloca las necesidades crónicas insatisfechas de millones de personas, no como resultado del azar o el infortunio, sino como resultado de un sistema social, político y económico que persigue la rentabilidad como último fin, sin importar las consecuencias.
En más de una oportunidad expresó que el mercado no genera la mejor asignación posible de los recursos, e hizo reiterados llamados a que la economía debe estar estructurada al servicio de la sociedad.
Con fuerte arraigo en la doctrina social de la Iglesia, Francisco recogió el malestar de los poderosos cada vez que se expresó respecto a la forma en que se estructura la economía global. Más de una vez expresó que el mercado no genera la mejor asignación posible de los recursos, e hizo reiterados llamados a que la economía debe estar estructurada al servicio de la sociedad, y no al revés.
Sus ideas de corte progresista le valieron fuertes críticas tanto a nivel interno de la iglesia, como de parte de presidentes y mega empresarios. Javier Milei fue uno de sus contestatarios más enérgicos antes de llegar al poder, y llegó a calificar a Francisco de «zurdo» y como «el representante del maligno en la Tierra». Ya en el poder, lo conoció en persona y dedicó en el día de hoy un saludo póstumo en el que reconoció la distancia de ideas: “A pesar de las diferencias que hoy resultan menores, haber podido conocerlo en su bondad fue un verdadero honor”, saludó el presidente.
ADIÓS
— Javier Milei (@JMilei) April 21, 2025
Con profundo dolor me entero esta triste mañana que el Papa Francisco, Jorge Bergoglio, falleció hoy y ya se encuentra descansando en paz. A pesar de diferencias que hoy resultan menores, haber podido conocerlo en su bondad y sabiduría fue un verdadero honor para mí.… pic.twitter.com/3dPPFoNWBr
En más de una ocasión, denunció sin eufemismos los resultados devastadores del «capitalismo salvaje», criticó abiertamente el neoliberalismo, y llegó a manifestar que «el dinero es el excremento del diablo», dando cuenta de la necesidad de revisar las estructuras económicas de poder a nivel global, y la postergación que padecen millones de personas en todo el mundo.
Una de sus encíclicas más recordadas es «Laudato Si'» del año 2015. Allí Francisco vertió varias de sus definiciones más fuertes, las cuales sentarían las bases conceptuales de su papado. «La política no debe someterse a la economía y ésta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia. Hoy, pensando en el bien común, necesitamos imperiosamente que la política y la economía, en diálogo, se coloquen decididamente al servicio de la vida, especialmente de la vida humana» señala en un pasaje.
«Un desarrollo tecnológico y económico que no deja un mundo mejor y una calidad de vida integralmente superior no puede considerarse progreso».
Una de las definiciones más potentes de la encíclica Laudato Si’ (2015)
Mas adelante en el mismo escrito, Francisco señala que «Para que surjan nuevos modelos de progreso, necesitamos «cambiar el modelo de desarrollo global», lo cual implica reflexionar responsablemente «sobre el sentido de la economía y su finalidad, para corregir sus disfunciones y distorsiones»» y en el mismo pasaje indica que «Un desarrollo tecnológico y económico que no deja un mundo mejor y una calidad de vida integralmente superior no puede considerarse progreso».
Por último y en el mismo texto, Francisco se sumerge en el corazón del sistema de producción capitalista para denunciar que «El principio de maximización de la ganancia, que tiende a aislarse de toda otra consideración, es una distorsión conceptual de la economía: si aumenta la producción, interesa poco que se produzca a costa de los recursos futuros o de la salud del ambiente», y a ello agrega que «las empresas obtienen ganancias calculando y pagando una parte ínfima de los costos».
La voz que acaba de apagarse, es la de alguien que no reparó en el costo político de palabras, ni en las simpatías de quienes sostienen el statu quo. Alguien que resultó disruptivo al sistema, pero que también supo golpear las estructuras de la ortodoxia y el conservadurismo de la Iglesia. Una iglesia que tiene por delante el desafío de encontrar un conductor que esté a la altura de Francisco, quien acaba de dejar la vara demasiado alta.
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