Video | Histórico: la soja debutó en el Alto Valle del río Negro
En una chacra cercana a Roca finalizó la primera cosecha de la leguminosa en la historia de la región. El destino es la alimentación del rodeo de una empresa que hace de la eficiencia su estandarte.
Uno de los emprendimientos pioneros en cultivos típicos de la pampa húmeda en Río Negro ha logrado consolidarse. El foco siempre estuvo en el desarrollo de sistemas eficientes, todo un desafío para una empresa que hace de la diversificación una de sus banderas.
El roquense Francisco Pili, ingeniero agrónomo egresado de la Universidad de Buenos Aires, es quien encabeza Esperanza SRL, un exitoso proyecto agropecuario que surge del deseo familiar de sumar una nueva alternativa a su incursión empresaria.
Diario RÍO NEGRO visitó esta semana las cuatro chacras que la empresa tiene entre las localidades de Cervantes y Mainqué, a media hora de General Roca. Allí la diversificación es patente, pero también engañosa, ya que la mayoría de las producciones agrícolas en ese lugar forman parte de un único sistema: el engorde del ganado.
Como parte de esa cadena, Pili logró esta semana un hito: finalizó con éxito la primera cosecha soja en la historia del Alto Valle. La búsqueda, indicó el ingeniero, es cerrar el ciclo: “uno de los objetivos principales siempre fue generar la máxima proporción posible del alimento de nuestro ganado, para minimizar las variables del mercado”.
Ocho años atrás, la empresa rescataba del abandono a estas chacras originalmente afectadas a la actividad frutícola; hoy las tiene en producción y sigue sumando hectáreas. En una zona donde la fruticultura prepondera, Pili vio potencial para las “vedetes” del agro argentino. El tiempo le dio la razón.
Agricultura: pioneros en el Alto Valle
La firma hoy a cargo de Francisco no es la única incursión empresarial en el seno de la familia Pili. Sus hermanos tienen en funcionamiento una compañía constructora desde la década del 80, y otra dedicada a la producción de hormigón elaborado desde la década del 90.
Esperanza SRL se inició en la fruticultura, pero con el ingreso de Francisco a comienzos de la década pasada se da un cambio de estrategia: la producción intensiva de cultivos típicamente extensivos pasa a ser el objeto principal. “La idea era diversificar desde las otras empresas, no seguir creciendo en el rubro de la construcción; queríamos aprovechar el potencial agrícola de la zona y no haciendo fruticultura, sino algo alternativo”, recuerda Francisco.
La viabilidad de la región para esta agricultura intensiva es algo que Francisco veía desde sus épocas de estudiante. Estaba confiado en que cultivos como el maíz, la alfalfa, la cebada e incluso la soja podían desarrollarse en el Alto Valle.

Con el aporte de las restantes empresas del grupo familiar, se puso en marcha el nuevo proyecto, algo que Francisco pondera. “Es destacable que la familia decida apostar al desarrollo local. Cuando tenía posibilidades de hacer otras cosas, decidió invertir acá en la región”, valoró. Hace ya 14 años que produce maíz, lo que lo convierte en uno de los pioneros del lugar.
Con la compra de las chacras en Cervantes y Mainqué, dos objetivos conjugaron a la perfección: la redefinición de Esperanza SRL y la necesidad de la empresa hormigonera de abastecerse de áridos propios. Hoy, en ese mismo establecimiento un sofisticado sistema agrícola-ganadero coexiste con una cantera de extracción de piedras.
A modo de anécdota, Pili contó que sobre un suelo originalmente destinado a la explotación minera, se sembró y cosechó maíz con excelentes resultados. El éxito en la gestión de suelos tan irregulares es posible gracias a los conocimientos adquiridos, a las experiencias acumuladas y a la disponibilidad de herramientas e información.
Esta familia logró, así, revertir el estado de abandono de cientos de hectáreas en el Alto Valle y hacerlas productivas nuevamente.
El hito de la soja: parte del éxito agrícola en el Alto Valle
Detrás de la elección de la agricultura intensiva por sobre la tradicional fruticultura del Alto Valle hay una estrategia, que a su vez responde a una preferencia personal. Hablamos del uso de maquinaria agrícola, por la cual Francisco tiene afición.
Hoy en día, la empresa logró mecanizar el 100% del ciclo de alfalfa, desde la siembra hasta la producción de rollos. Además, tiene equipamiento para realizar nivelación láser, trabajos de suelo, siembra y cosecha de maíz, etc. “Estamos integrados en cuanto a maquinaria, lo cual es una facilidad para hacer en tiempo y en forma las cosas”, marcó el ingeniero.

La rotación es uno de los ejes sobre los que funciona el sistema agrícola de Esperanza SRL. Mantener los suelos siempre con cobertura e incrementar el aporte biológico a los mismos son los objetivos inmediatos que persigue la firma al rotar cultivos. “Hacemos cuatro o cinco años maíz, rotamos con alfalfa, vicia y cebada; lo producido se aprovecha en el corral, y el excedente se vende”, resumió.
En la recorrida por las chacras, Pili mostró un ejemplo de ello. En un lote donde ya se ven los brotes de alfalfa, unas semanas atrás se había cosechado maíz de grano húmedo. La meta era liberar el lote lo más temprano posible, para evitar que el inicio del desarrollo radicular de la alfalfa sea afectado por heladas. Hoy, el cultivo ya está logrado.
En este esquema rotativo, el productor resaltó la importancia de la vicia y enumeró los beneficios que aporta al sistema. En primer lugar, actúa como abono verde, ya que fija nitrógeno biológico en el suelo, un nutriente esencial que mejora las condiciones para el cultivo siguiente sin necesidad de fertilizantes químicos. Además, al generar una cobertura densa sobre el terreno, la vicia compite con las malezas, reduciendo su desarrollo y, en consecuencia, la necesidad de aplicar herbicidas. Como tercer beneficio, por supuesto, está su utilidad forrajera para el corral.
Otro cultivo invernal importante en el sistema agrícola de la empresa es la cebada. Pili contó que su inclusión responde a una necesidad clave: fijar los suelos tras las labores de nivelación, especialmente en los arenosos. La cebada, como gramínea, desarrolla muchas raíces finas que ayudan a consolidar la estructura del suelo, evitando la erosión. Combinada con la vicia, permite una cobertura efectiva de los lotes, lo que no solo protege el suelo (por ejemplo, del viento), sino que también mejora la actividad biológica subterránea. Su utilidad, así, excede el aprovechamiento forrajero.

En las chacras que la empresa tiene entre Cervantes y Mainqué, el aporte de agua se hace mediante riego gravitacional. Los resultados obtenidos son muy buenos: el año pasado, en promedio se obtuvieron por hectárea 13.400 kilos de materia seca de alfalfa y 6.000 en los verdeos de invierno. En maíz, los rindes oscilan entre un piso de 12 y un techo de 17 toneladas por hectárea.
Uno de los principales diferenciales de la región es la estabilidad en los rendimientos agrícolas gracias a la disponibilidad de agua. Aunque esto implica afrontar una inversión significativa en sistemas de riego (prescindible en la zona agrícola núcleo), la misma les permite garantizar un nivel de producción estable, independientemente de eventos climáticos adversos como heladas fuera de época, vientos intensos o granizo.
Aunque Pili reconoce que en suelos fértiles de la pampa húmeda pueden obtenerse rendimientos comparables, enfatiza que lo que ellos logran con el riego es previsibilidad, una ventaja clave tanto para planificar ventas como para abastecer su propio corral.
La novedad de la campaña 2024/2025 pasa, sin dudas, por la cosecha de soja, la primera que se conozca en el Alto Valle del río Negro. Se trata de un ensayo realizado en dos lotes (10 hectáreas en total), en los que se obtuvieron rindes de 5.200 y 4.800 kilos por hectárea, respectivamente.

«La soja se logró sobre suelos franco limosos, con un 2% de materia orgánica», reveló el productor. Tales lotes venían de cuatro años cultivados con alfalfa y de tres años cultivados con maíz. El objetivo de la experiencia ha sido la inclusión de soja en la ración para el ganado (es un producto de alto contenido proteico).
La ganadería, el eslabón final
Todas las producciones agrícolas mencionadas confluyen en un solo lugar: el corral. Tan diversificada oferta de alimentos esconde un aceitado sistema, cuyo output es la carne bovina.
En total, en Esperanza SRL hay 700 cabezas de ganado vacuno, cuyo engorde se hace con una ración compuesta en un 70% de maíz, 25% de forraje y 5% de concentrado proteico y soja. No todos los animales son propios, ya que la firma también presta servicios de hotelería.
Los índices de conversión conseguidos van desde 6,5 a 7. “Estamos en muy buenos valores, no somos ganaderos y hemos ido aprendiendo con el tiempo”, evaluó Francisco. Además, sostuvo que la muy buena aceptación de la carne por parte del público, gracias a la alta calidad conseguida, es lo que los motiva a seguir en el rubro.
La faena se realiza en General Roca, y desde allí se comercializa en toda la zona la carne producida gracias al trabajo de Pili y de un valioso grupo humano. “Si no hay alineado un equipo de trabajo, desde el personal de administración, encargados y colaboradores en el campo, los logros son imposibles”, remarcó.
Lo que motivó a Francisco a iniciar con esta actividad intensiva, sigue guiando sus pasos: la tecnología. Además de la incorporación y mejora permanente de maquinaria agrícola, en el manejo del rodeo se dio un salto cualitativo fundamental: desde hace tres años, se utilizan equipos electrónicos de pesaje y manejo de datos para animales. “Lo que no se mide, no se mejora”, dice Francisco. Su caso es un ejemplo patente de ello: mide y mejora.
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