Repensar el éxito en tiempos de crisis ambiental

La sostenibilidad es una necesidad y debe reorientar los planes de negocio de las empresas. Pero la responsabilidad es también del Estado y la ciudadanía.

El pasado 22 de abril se conmemoró el Día de la Tierra, seguido por el Día Nacional de la Responsabilidad, el 23 de abril, dos fechas que nos que nos invitan a reflexionar sobre el impacto real de nuestras empresas, organizaciones y también de las políticas públicas. Según el Global Footprint Network, el 1 de agosto de 2024 alcanzamos el «Día del Sobregiro de la Tierra», es decir, hemos consumido todos los recursos que el planeta puede regenerar en un año. En Argentina, este umbral se alcanzó incluso antes, el 20 de junio. La pregunta es: ¿cómo podemos frenar esta tendencia desde el corazón de nuestros modelos de desarrollo?

Las empresas tienen la oportunidad y la responsabilidad de replantear sus modelos de negocio para incluir la sostenibilidad. Esto implica no solo identificar un problema concreto, ya sea social o ambiental, sino también definir un propósito claro que guíe todas sus acciones. Además, es fundamental establecer métricas para medir ese impacto, lo que permite evaluar y ajustar estrategias en un proceso de mejora continua.

Pero el sector privado no puede hacerlo solo. El rol de los gobiernos es clave. En distintos países del mundo existen iniciativas que buscan reducir las emisiones de CO₂ a través de impuestos a la contaminación. Lamentablemente, en nuestro país basta con ir a la góndola de cualquier supermercado para ver que productos que han recorrido decenas de miles de kilómetros se comercializan al mismo precio —o incluso más baratos— que los productos locales. No hay una política de incentivo clara para el desarrollo sustentable.

A pesar de este contexto, algunas industrias, y en otros casos grandes empresas, están tomando la delantera exigiendo a sus proveedores políticas y procedimientos que reduzcan el impacto ambiental o, mejor aún, que generen un impacto positivo.

Algunas industrias exigen a sus proveedores políticas y procedimientos que reduzcan el impacto ambiental o, mejor aún, que generen un impacto positivo.

Un ejemplo paradigmático es Patagonia, la reconocida marca de indumentaria que ha logrado integrar la sostenibilidad en el corazón de su modelo de negocio. Desde el uso de materiales reciclados, la transparencia y trazabilidad de toda su cadena de valor, hasta programas de reparación y donaciones del 1% de sus ventas a causas ambientales, Patagonia demuestra que es posible crecer sin comprometer el futuro.

Otro gran caso es Arytza, una empresa que produce aderezos y especias premium desde el Alto Valle de Río Negro y Neuquén, y exporta a más de diez países. Como Empresa B certificada, Arytza se compromete con prácticas que no solo benefician a sus consumidores, sino que también generan un impacto positivo en la comunidad y el medio ambiente. Sus plantas son libres de impacto ambiental y su red de proveedores está conformada por cooperativas, pequeños agricultores y productores de todo el país, a quienes acompañan mediante programas de capacitación. Toda su materia prima cuenta con trazabilidad, cumpliendo con protocolos estrictos y altos estándares de calidad. Además, sus cultivos son orgánicos y su línea de productos es 100% natural, sin aditivos ni conservantes artificiales.

Según la firma internacional BoldData, existen alrededor de 350 millones de empresas en el mundo. De estas, el 34% no tiene empleados contratados y otro 50% tiene menos de 20. Es decir que, si las PyMEs contrataran incluso solo uno o dos empleados cada una, podríamos resolver el problema del desempleo global, que hoy afecta a más de 320 millones de personas, según la Organización Internacional del Trabajo. El potencial de impacto es enorme.

Todas las empresas pueden generar un cambio ambiental significativo.
Todas las empresas pueden generar un cambio ambiental significativo.

La sostenibilidad también debe incluir el uso responsable de la tecnología. Se ha revelado, por ejemplo, el enorme consumo de agua que implica la inteligencia artificial, utilizada para refrigerar los servidores que la soportan. Sam Altman, CEO de OpenAI, la compañía al frente de ChatGPT, comentó recientemente que el uso masivo de la IA para crear imágenes estaba “derritiendo los servidores”. Microsoft, por su parte, explora desde 2018 la posibilidad de sumergir centros de datos en el océano, reduciendo el consumo energético con resultados satisfactorios en términos de refrigeración y baja tasa de falla en los servidores. Sin embargo, aún resta medir el impacto ambiental de estas iniciativas en el ecosistema submarino.

Esto nos plantea un desafío urgente: ¿cómo aseguramos que el desarrollo tecnológico, económico y social vaya de la mano con la sostenibilidad? La respuesta está en adoptar enfoques innovadores y responsables que minimicen el consumo de recursos y maximicen el impacto positivo. Pero esta transformación no puede depender solo de la voluntad de algunas empresas. Los gobiernos deben liderar el cambio, diseñando marcos normativos que promuevan, incentiven y regulen el desarrollo sostenible.

La verdadera responsabilidad no es solo empresarial. Es también política, comunitaria y personal. La sostenibilidad no es una tendencia: es una necesidad. Cada empresa, sin importar su tamaño, tiene el potencial de generar un cambio significativo. Repensar los modelos de negocio desde la sostenibilidad —con un propósito claro y métricas que orienten el camino— es el primer paso para construir un futuro en el que los negocios no solo sean rentables, sino también responsables.

A su vez, los gobiernos tienen el deber de establecer límites claros y ejercer controles efectivos sobre las prácticas que generan impactos sociales y ambientales negativos. Y nosotros, como ciudadanos y consumidores, debemos asumir nuestra parte: tomar decisiones conscientes y responsables en cada una de nuestras acciones.

Porque el verdadero éxito —ya sea de una empresa, una ciudad o un país— se medirá, cada vez más, por el impacto positivo que deje en su entorno.

(*) Consultor PyME.


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El pasado 22 de abril se conmemoró el Día de la Tierra, seguido por el Día Nacional de la Responsabilidad, el 23 de abril, dos fechas que nos que nos invitan a reflexionar sobre el impacto real de nuestras empresas, organizaciones y también de las políticas públicas. Según el Global Footprint Network, el 1 de agosto de 2024 alcanzamos el "Día del Sobregiro de la Tierra", es decir, hemos consumido todos los recursos que el planeta puede regenerar en un año. En Argentina, este umbral se alcanzó incluso antes, el 20 de junio. La pregunta es: ¿cómo podemos frenar esta tendencia desde el corazón de nuestros modelos de desarrollo?

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