Milei, un mesías contra el Leviatán
Pensar un populismo liberal es muy posible, si se lo considera solo como un momento dentro de un proceso del que hay que mirar el objetivo final. Si es así, no peligra la República.

Como surgiendo de la nada, un panelista extravagante, provocando con una versión extrema del liberalismo y vociferando contra la justicia social en un país moldeado por el peronismo, llegó a convertirse en presidente.
Intelectuales y analistas, conmovidos por el impacto y encandilados por las apariencias, no dudan de que la calificación de populista sea suficiente para dar cuenta de la novedad y sin más se lanzan a advertirnos que la República está en peligro.
No se trata de que esta descripción sea errada. No hay dudas de que Milei es un populista, pero es insuficiente para dar cuenta de un fenómeno que no es político en primer lugar.
Milei no puede entenderse si no se ve dimensión religiosa que le proporciona a su populismo algo completamente original.
El se percibe a sí mismo como un profeta, imbuido de un mesianismo que combina elementos del judaísmo y el cristianismo. Y así actúa. Es un salvador, pero no de pueblos ni de almas. Salta a la esfera de lo político para liberar a los individuos de la servidumbre a la que lo tiene sometido el monstruo del Estado.
La invocación constante de imágenes bíblicas en su narrativa no viene de ningún asesor de campañas, es fiel expresión de la procedencia de su inspiración.
Su religión es la de la libertad o, para decirlo mejor, la libertad es para él un valor que hunde sus raíces en la esfera de lo sagrado y solo derivadamente algo necesario para el desarrollo económico. Se siente Moisés bajando del Sinaí con una pequeña tablilla con un único mandamiento: “sed libres, desembarazaos del Leviatan”.
Toda su obstinación, su maniquea división entre buenos y malos, su férrea convicción para jugar al todo o nada, su sincero desprecio por la política, proceden de esta raíz religiosa que lo anima. Y por ella se explica también el fuerte vínculo con sus seguidores, que no puede mantener si no mantiene la imagen que lo creó.
Las “contradicciones”
Incorporar esta dimensión no política, permite ponerle luz a muchos hechos que en la penumbra del análisis convencional provocan temores y desconfianzas.
Su “tabula rasa” no es más que una forma laica de invitar al cruce del Jordán. En la esfera del pensamiento mesiánico no importa que se haya hecho en el pasado, todos los pecados quedan lavados por la decisión de incorporarse a las fuerzas del cielo.
Ese cruce tiene la forma política de la aceptación de la autoridad de Milei, pero es un error asimilarlo por esto a los líderes populistas de Costa Pobre que conocemos. Se suman, en realidad, al plan de Dios, del cual Milei no es más que un instrumento. Esto explica con facilidad algunas presencias a su lado. La pertenencia a la casta no se define por el pasado, sino por, ahora que está clara cuál es la batalla, el lado en que decidan ponerse.
De igual manera puede explicarse su poca preocupación por la suerte judicial de Cristina o la aprobación de Ficha Limpia. El no vino a castigar corruptos, que la Justicia, si tiene ganas, se ocupe de eso. Milei se dirige, como el erizo, a su causa, la inmensidad de un Estado que proporciona todos los incentivos para que los corruptos hagan fila para ocupar un lugar y dedicarse a construir su kiosco.
Prioridad de contenidos
Interpretando a Milei desde lo objetivos que persigue y la convicción que lo anima, se pueden comprender mejor las formas que tanto preocupan.
Milei no vino a construir ninguna iglesia, vino a destruir hasta que no quede piedra sobre piedra. Eso se hace sin delicadeza ni reglas de cortesía. A lo largo de la historia fue la caótica energía del populismo la que revolucionó los sistemas políticos. En momentos radicales como estos, las formas adecuadas son las que la tarea demanda, no reglas a priori obligatorias y mucho menos las reglas con que quiere jugar el que defiende la iglesia.
Las formas deben ser tan desafiantes como el desafío mismo para trasmitir la imagen de guerrero que no tiene nada que ver con aquello que viene a destruir y está dispuesto a ir hasta el final.
Es mejor ver algo parecido al marketing en todo esto y evitar verlo como anticipaciones, que más bien deberían buscarse en los objetivos que se persiguen.
Entonces, ¿es un peligro para la República? Si esta interpretación es correcta, no. El éxito del plan de las Fuerzas del Cielo es, del mismo modo que con la corrupción, la anulación de toda posibilidad de tiranía o cosa parecida. Al fin y al cabo, ¿a qué dictador le movería la libido la posibilidad de ser el todopoderoso de un estado sin poder sobre los individuos? Aquí puede verse la sustancial diferencia entre líderes populistas que actúan en nombre de naciones o pueblos del que lo hace en nombre de la libertad individual. Pensar un populismo liberal es perfectamente posible, apenas se considere al populismo solo como un momento dentro de un proceso del que hay que mirar el objetivo final.
Mas bien al contrario, ese éxito estaría reconstituyendo la esencia de una República, la de un Estado en que la libertad individual sea el valor supremo y sus instituciones se justifiquen por la eficacia en proteger ese hecho fundamental.
Como sea, la batalla está en curso y los ejércitos bastante bien definidos. Cuando el búho de Minerva levante vuelo, sabremos si el mesías logró destruir a la antigua iglesia, si era un falso profeta o su cabeza terminó en la bandeja de Salomé.
*Abogado y docente.
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