La apuesta del INTA Bariloche para evitar la migración rural y que las familias se sostengan en el campo
La Cooperativa Peumayén, conformada por 37 familias rurales en el Departamento de Pilcaniyeu, perdió gran cantidad de animales en los últimos años producto de la sequía, los temporales y la caída de ceniza volcánica.
La Cooperativa Peumayén, conformada por 37 familias rurales en el Departamento de Pilcaniyeu, intenta sobrevivir a las inclemencias del cambio climático y a los depredadores. Se trata de una de las primeras cooperativas agropecuarias de la Línea Sur que ya alcanzó los 50 años de existencia.
Estos productores han llegado a tener 120 ovejas y a partir de la sequía y la caída de cenizas por la erupción del volcán cordón Caulle Puyehue en 2011, muy pocos llegan a los 100 animales.
Los investigadores del Instituto Nacional Tecnológico Agropecuario (INTA) comenzaron a trabajar con las familias distribuidas por Pichi Leufu, Pilpilcura, Arroyo Blanco, Arroyo El Chacay, Villa Llanquín y Paso de los Molles, un área de mil kilómetros cuadrados de la estepa, con el desafío de recuperar el volumen de animales.
Una cadena de problemas
La cooperativa Peumayén se conformó allá por la década del 70 a partir del impulso de un grupo de voluntarios de la Universidad de Buenos Aires que llevaba adelante una labor misionera en la escuela rural de Pichi Leufu. Poco a poco, empezaron a trabajar con las familias.
En 2013, el investigador del INTA Pablo Gaspero comenzó a realizar encuestas entre las familias de la zona. Le confiaron que, después de la sequía y la caída de cenizas, habían perdido la mitad de las ovejas y chivas.
Sucede que la zona fue azotada por una extrema sequía entre 2007 y 2014. “En ese momento, empezó a notarse el cambio de régimen climático en Patagonia. Históricamente el promedio de precipitaciones de la estepa era de 250 milímetros y hoy estamos pisando los 200 milímetros, con suerte. Los últimos años vienen siendo muy secos. La sequía generó problemas nutricionales y va generando muerte de animales a cuentagotas, que se acentuó con la caída de cenizas”, detalló Gaspero.
Las sequías redujeron el volumen y la calidad del forraje que proporcionan los pastizales naturales. Pero por otro lado, las inusuales olas de frío y las nevadas extremas provocan la muerte del ganado por una combinación de inanición e hipotermia. A su vez, reduce gradualmente el tamaño de los rebaños.
El menor tamaño del ganado que logra sobrevivir lo vuelve más vulnerable a la depredación de pumas y zorros colorados. Por eso, algunas familias han recurrido a métodos de control letales con cebos tóxicos para evitar mayores pérdidas. Sin embargo, esta práctica no solo representa riesgos para las familias y el medio ambiente, sino que también amenaza al cóndor andino, una especie emblemática de la Patagonia en peligro de extinción a nivel mundial.
Pérdida drástica de animales y la búsqueda de una solución
Las familias solían tener históricamente 160, 180 animales, pero con el cambio climático y las cenizas, llegaron a promediar los 90 animales. “Era un problema porque representa gran parte de su sustento. Muchas familias cuentan con la jubilación de algún abuelo que ayuda al ingreso y otros salen a hacer changas, pero la mayoría vive de sus animales”, recalcó el investigador.

Por eso, establecieron una meta: “Cada oveja debía dar, al menos, un cordero al año. Es difícil de alcanzar en los sistemas de Patagonia, pero a través de cobertizos y un manejo nutricional estimamos que podíamos llegar por encima del 85%”.
En 2023 postularon a proyectos tecnológicos para la inclusión social de Nación que tenían como objeto establecer una asociación cooperativa con el acompañamiento de instituciones científicas. Hoy esa iniciativa ya no existe.

Ese financiamiento se empleó para construir cobertizos para los animales a fin de incrementar los niveles productivos de los rebaños como así también para capacitar una cuadrilla de construcción de cobertizos. Por otro lado, se instaló internet en la sede de la cooperativa.
Estos refugios ganaderos multiuso fueron una estrategia para reducir la vulnerabilidad de los rebaños a los déficits nutricionales, las condiciones climáticas extremas y la depredación. “Los cobertizos permiten que las pariciones de los animales sean en un ambiente controlado y no a campo abierto como tradicionalmente ha sido la ganadería en Patagonia”, señaló Pablo Gaspero, investigador del INTA, responsable del proyecto.
Sucede que el cordero recién nacido tiene más chances de morir por problemas nutricionales. Además, muchas veces, la oveja los expulsa y los abandona por hambre. También impactan los temporales de frío. “Cuando el cordero nace débil por falta de reservas de energía interna no puede soportar la temperatura a campo abierto. Con los cobertizos, las familias podían tener resguardadas las ovejas durante la parición. Y resguardar a los animales para evitar que estén expuestos a la nieve”, señaló.

Hasta ahora, el proyecto dio resultados y se lograron recuperar algunos animales, pero aún queda un largo recorrido. Se requieren más cobertizos, por eso los investigadores apelan a financiamiento extranjero.
“Nos preocupa el desfinanciamiento nacional de este tipo de proyectos que apuntan a trabajar con la pequeña ganadería familiar campesino-indígena. INTA acompaña al sector rural más vulnerable”, plantearon.

Además, estas familias, agregaron, “contribuyen a la economía regional a partir de la producción de divisas, porque tanto las lanas como el mohair que producen se exportan. Lo mínimo que debería garantizar el Estado es el acceso a líneas de proyecto para la mejora de sus producciones y calidad de vida”. En este momento, el vacío que deja Nación, “con sus dificultades y limitaciones, lo están intentando cubrir las provincias”.
En relación al proyecto, Gaspero advirtió que “todo esto es una herramienta para esas familias puedan proyectar un futuro manteniéndose en el campo. Tenemos mucha migración rural. Y en este caso, tenemos a una pareja de jóvenes que hizo el camino inverso: se cansaron de Bariloche, donde se criaron y como su abuela no podía seguir atendiendo los animales, ellos se fueron al campo. Empezaron de cero”.
En mapudungun, lengua mapuche, “Peumayen” significa “tierra soñada”. Y el concepto encarna la aspiración de las comunidades por alcanzar “el buen vivir”, un estado de bienestar comunitario en armonía con la naturaleza.
La Cooperativa Peumayén, conformada por 37 familias rurales en el Departamento de Pilcaniyeu, intenta sobrevivir a las inclemencias del cambio climático y a los depredadores. Se trata de una de las primeras cooperativas agropecuarias de la Línea Sur que ya alcanzó los 50 años de existencia.
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